Ven a refrescar tu matrimonio en el amor de Dios!
En esta semana, hace apenas unos días, salí a caminar para aprovechar las últimas delicias del buen clima. Caminar sola, es algo que me gusta mucho hacer, porque es un tiempo de reflexión y a la vez comunión con el Señor. Mientras caminaba, disfrutaba del panorama, y los cambios de colores en las hojas de los árboles, observaba maravillada, esos hermosos tonos que se dan por el cambio de estación. De amarillos, a naranjas a cafés. Simplemente hermosos. Empecé a orar al Señor, a agradecerle tantas bondades. Me quede observando ¡cuántas hojas! había en el piso, y mientras las miraba, el Señor habló a mi corazón y me dijo: “hija, no quiero verte cabizbaja, con la cabeza mirando el piso, tú eres mi hija, eres mi tesoro y yo te amo. Mantén tu mirada arriba”, en ese momento pensé, “mi Padre desea que vea primero su rostro” y me sonreí por su amor. Seguí caminando y después lo olvidé. Pasaron un par de días, y precisamente un día después del final de las elecciones en E.U, estuvimos orando mi familia y yo; porque sabíamos y escuchábamos de gente conocida en ese país y en México, que estaba triste, muy desanimada y atemorizada del futuro. Las noticias también hablaban de incertidumbre; comentando todo desde un punto de vista muy triste. Ese día, nos quedamos dormidos orando a Dios, mi esposo y yo; y el especialmente le pidió a Dios que nos hablara sobre ese asunto. Al día siguiente, apenas abrimos los ojos, cuando empezaba a orar mi esposo, Dios le dio una visión. Me gustaría compartirla contigo, no importa el lugar donde vivas, o las circunstancias que te aquejan. Dios sigue siendo Dios en el cielo y en la tierra. Permíteme platicarte y explicarme. La visión que tuvo fue esta: En la visión se mostraron primero dos personajes: un padre y su hijo. Primero se veía al papá parado, con la mirada fija al suelo, parecía estar angustiado, y en los hombros traía unas cadenas enormes. Le pesaban tanto que apenas se podía sostener en pie. En seguida, a un lado de el, como a un metro de distancia estaba su joven hijo, exactamente del mismo modo; parado, con la mirada fija al suelo, su rostro reflejaba mucho temor, y de igual modo que su padre, en los hombros traía unas cadenas enormes. Le pesaban tanto que marcaban sus hombros y apenas se podía sostener en pie. Además, sus pies estaban dentro del concreto, enterrados hasta el tobillo. Enseguida, se mostró nuestro amado Jesús. En eso el papá del joven, volteó al frente y ahí estaba el Señor. Al verlo, notó que estaba cubierto del pecho para abajo, con el mismo color del concreto en el que estaban enterrados sus pies. Y del pecho para arriba, el Señor resplandecía. En eso, el papá le preguntó al Señor, -¿qué quiere decir todo esto? Y el Señor le respondió: -esas cadenas que tienes tú sobre tus hombros, es la opresión causada por el temor. Y tus pies están enterrados, porque el miedo paraliza. Mira a tu hijo, el también está así, por lo mismo. Angustiado, el papá le dijo al Señor: - ¡Señor!, quiero ser liberado de esto, siento tanta angustia y temor, que no siento ánimos de nada. En cuanto lo escuchó, el Señor estiró su mano y en es momento las cadenas se rompieron y se cayeron al suelo. Enseguida, el papá estiró la mano para agarrar la mano del Señor, y el Señor la tomó y lo sacó del concreto. Después el papá, volteaba con el joven y ahora él le estiraba la mano al joven; y le contaba lo que acababa de suceder con el Señor. Entonces el joven en respuesta también estiraba la mano hacia su padre y sus cadenas también eran rotas, y salían sus pies del concreto. Entonces, el papá volteó hacia el Señor y le preguntó, - Señor, ¿por qué estás gris hasta el pecho? y el Señor le contestó: - Esto pasa, porque muchos tienen fe, pero tan sólo la suficiente, como para creer que Dios está sólo un poco arriba de las circunstancias. Mas no la fe para creer que El es el Dios poderoso que está muy por encima de las circunstancias. Que ni siquiera lo tocaban. Y en eso, sus vestiduras rompían el concreto que cubría la mitad de su cuerpo y el Señor resplandecía en todo su esplendor y decía: -¡Este soy yo! el que no tienen límites, y que puede liberarte de todo lo que te oprime. ¡Nada me detiene, porque soy soberano! Después de que mi esposo me contó la visión, recordé cuando mi Padre me decía mientras caminaba: “hija, no quiero verte cabizbaja, con la cabeza mirando el piso, tú eres mi hija, eres mi tesoro y yo te amo. Mantén tu mirada arriba”. Tener miedo para discernir algo que puede causarnos daño, es natural, o para sentir precaución cuando algo malo puede pasar, está bien. Sin embargo, cuando el miedo se convierte en los únicos y a la vez todos tus pensamientos, es cuando el miedo encadena y paraliza. Es cuando la confusión te lleva a ver el piso, en lugar de verlo a El, y no te permite ver la cosas como Dios quiere que las veamos, con fe y esperanza. Es cuando le ponemos limites a Dios, pensando que Él es solamente un poco más poderoso que nuestras circunstancias. Pero no es así, Él es Dios. Sin embargo, cuando realmente el futuro se ve muy incierto. Tal vez nos lleve a preguntarnos. - ¿Con toda esta situación, dónde está mi bendición? ¿acaso se trata de tan sólo dejar de temer y confiar en Dios? Confiar en Dios, no significa estar pasivo ante lo que pasa, diciendo que todo va estar bien. Confiar en Dios significa, buscar a Dios ante toda decisión que tengamos que tomar, para entonces actuar movidos por la fe en El, y no movidos por el temor. El temor es contrario a la fe, y da lugar al diablo para entrar en tu vida, por que está escrito en Proverbios 29:25...el temor hecha lazo. Y en 1 Juan 4:18 dice...el temor trae en si castigo. En esos casos donde la realidad es atemorizante, como hijos de Dios, ¿qué podemos hacer? ¿qué aprendimos de esa visión? El miedo paraliza, el temor trae opresión. Pero ante toda situación, recordemos que nuestro Dios es todo poderoso. Él está arriba de cualquier circunstancia. Su poder es infinito, Y El es soberano. Siempre que clamemos a Él; por seguro nos responderá. Después de escuchar la visión, si pusiera en pasos lo que aprendí, sería algo así:
Te invito a orar juntos esta oración. El sabe todas tus preocupaciones. ORACIÓN: Padre bueno, tú sabes la angustia, confusión y temor que he sentido. Hoy rindo a ti todo mi ser. Pongo delante de ti todas mis cargas, cada situación que me causa ansiedad, incertidumbre y temor (nombra cada una de ellas, platícale a tu Padre Celestial tu situación). No quiero temer más lo que me pueda hacer ningún hombre, porque tu eres Dios. En ti confío. Rompe las cadenas de opresión que vienen por el temor, y que me quieren atrapar a mí y a mi familia. Te pido que que no venga ningún incircunciso a tocar nuestra puerta. Declaro que la sangre del cordero está en el dintel de la puerta y ventanas de mi casa. Ayúdame también para que mi familia y yo no caigamos en la tentación de dudar. Voy a leer tu palabra a diario, porque ella me infunde aliento y me hace libre. Háblame por favor cuando la lea. Te doy gracias porque tú nos defiendes y nos provees de todo conforme a tus riquezas en gloria. En el nombre de Jesús. Amen. LECTURA:
Todas las citas son en (NVI) a menos que se mencione lo contrario.
Nos gustaría orar por ti. Déjanos tu petición de oración.
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AutorCreo que no soy nada especial como para hacer grandes cosas; sin embargo, se que tengo el favor de Dios. Categorias
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