Ven a refrescar tu matrimonio en el amor de Dios!
¿Alguien ha Visto Dónde Quedó mi Paz? Hola Amados de Papa Tal vez tu también te lo has preguntado, como yo, después de un día de correr y correr y sentir solo afán, preocupación y ansiedad. ¿Dónde quedó mi paz? ¿Por qué me encuentro tan afanado, tenso, preocupado, con estrés, o como lo podríamos definir, sin paz? Me gustaría compartirte una enseñanza que llego a mi corazón en un día precisamente de esos, de afán: Te contaré la historia de mi amiga la Princesa Graciela. La Princesa Graciela, dirían quienes la conozcan, que ella es una hermosa mujer, pero aún más grande y valioso que su hermosura es su belleza interna, porque su corazón está lleno de amor y compasión por los demás, igualita que su Papá. Ella suele siempre estar dispuesta a apoyar a su Papá en todas las labores del Reino, como a una Princesa corresponde. Les cuento que estaba un día la Princesa Graciela, preparándose para salir a empezar su labor como hija del Rey, cuando empezó a enumerar en su mente cada cosa que tenía por hacer y notó que ese día precisamente eran tantas las cosas que tenía por hacer y tan poco tiempo para realizarlas, tareas y más tareas, trabajo y más trabajo, que el día parecía corto para tantos quehaceres, o por lo menos eso era lo que ella pensaba. Sin embargo, con ánimo se empezó a alistar, primero se puso su vestido preferido, el rojo, ella sabe bien que el color rojo, como le enseñó su Papá, es el símbolo de la justicia, enseguida tomó su manto púrpura, precioso, con toda la orilla en bordados dorados, y lo colocó sobre sus hombros, este, como ella sabe, es el símbolo de salvación, lo recordó porque su Papá también le dijo que al cubrirse todo su cuerpo con el manto de la salvación, sería visto por todos en el reino, y les recordaría al verlo, que ella, como hija del Rey, está a salvo de toda situación contraria a la voluntad del Rey, y por lo tanto hoy y siempre está protegida de todo mal que el enemigo quiera hacer en contra de ella. Terminó de vestirse, pero antes de ponerse sus zapatos, también pensó en ponerse sus aretes preferidos, unos aretes largos, preciosos, con unas perlas brillantes, regalo de su Papá, ¡claro! llenos de luz, que enmarcan perfectamente su rostro y dan belleza a su semblante. Se dio cuenta que no los encontraba, y pensando que tenía "prisa" porque tenía muchas cosas por hacer, empezó a correr a buscarlos por todo el cuarto, iba y venía, buscando, levantando cosas, brincando de un lado a otro, levantando más cosas, así estuvo por largo rato, corriendo, yendo y viniendo de un lado a otro, y a punto de decidirse a salir sin sus hermosos aretes que enmarcan perfectamente su rostro y dan belleza a su semblante, se paró en seco frustrada de tanto buscar y no encontrar, y fue entonces que pensó, ¿Dónde quedaron mis aretes? Para su sorpresa se dio cuenta que exactamente donde se había parado, estaba sintiendo algo frío bajo sus pies. Al inclinarse para recoger lo que sentía bajo sus pies, vio que sí eran sus aretes y recordó cómo su amado Padre siempre le dice: “Hija, cuando sientas que estás frustrada, ansiosa, preocupada o que algo inquieta tu corazón, recuerda que yo te he dado estos hermosos aretes, como símbolo de La Paz que te pertenecen como mi amada hija, mi Princesa” “Tómalos, póntelos, y recuerda: toma de nuevo tu paz, es tuya, te pertenece, fue comprada con un precio muy caro, es tuya, no lo olvides, así como estos aretes, también es un regalo para que la disfrutes". "Sólo que antes de ponerte los aretes y poder disfrutar de ellos, póstrate, y deja todas tus cargas ante mí". - Hizo una pausa mientras la miraba como siempre sonriendo y le dijo, "Hija, al referirme a tus cargas, quiero decir, toda situación en tu corazón que te entristezca, te preocupe, te cause estrés, te atemorice, es decir, cualquier pensamiento o situación que te eviten sentir paz. “Ven -continuó diciéndole- déjalas ante mí, todas, dámelas a mi, porque de otra manera no te dejarán sentir la paz que te regalé, déjalas, insistió, que yo tendré cuidado de ellas.” Ella sonrió, recordando ¡cuán amable es su Padre! cómo cuando le habla, suele inclinarse hacia ella y mirarla con mucha atención, sonriendo, mostrándole cuánto le importa. Se quedó recordando también cómo le dirige las palabras con mucha ternura y es siempre tan amoroso y cordial. La Princesa Graciela se sabía completamente amada y dueña de todo lo que le pertenece a su Papi, y eso incluye, esos hermosos aretes, símbolo de su paz. Ahora sólo tenía que ir a los pies de Papá y dejarle en una petición todas sus preocupaciones y entonces su paz volvería a ella, al lugar donde tiene que estar, a su mente y a su corazón. Decidida, fue sonriendo a la presencia de Papá, empezó a abrir su corazón, a hablar, y hablar y hablar y le dejó todas sus peticiones y en ellas sus preocupaciones, grandes y pequeñas, hasta la más mínima, situaciones posibles e imposibles de resolver, anhelos y sueños, toda inquietud que había en su corazón, ahí se la dejó. Lo vio tomarlas y sonreírle. Después ÉL le tendió la mano y le dijo: "Toma, no olvides tu paz, porque ella te ayudará a escuchar más claramente mi voz hablando a tu corazón y a tomar con verdadera sabiduría todas las decisiones que tengas que tomar en tus labores como mi hija." Después de escuchar a Papá, se puso sus aretes, que enmarcan perfectamente su rostro y dan belleza a su semblante, y pudo salir a llevar a cabo toda su labor perfectamente como princesa, como lo que es, la hija del Rey. Así es, a veces olvidamos dónde dejamos nuestra paz, e iniciamos el día en un corre y corre con el corazón inquieto y preocupado, y es ahí cuando tenemos que recordar que nuestro Papá, el Dios de paz, que nos ama tanto, nos está esperando, sonriendo, con la puerta abierta, para dejarle todas nuestras cargas y tomar a cambio nuestra paz, la que nos pertenece, la que nos fue regalada, esa paz que sobrepasa todo entendimiento y por derecho es nuestra. Así podremos salir a enfrentar cualquier reto, compromiso, labor, que tengamos por hacer y escucharemos claramente su voz dirigirnos a cada paso. Si hoy te has preguntado, ¿Dónde quedó mi paz? Te invito a encontrarla, donde siempre la hallarás, en el regazo de Papá y a disfrutar de ella. Deja que así como esos preciosos aretes, tu paz sea la que enmarca perfectamente tu rostro y da belleza a tu semblante. ¡Vamos, oremos juntos, Papá te esta esperando! Padre bueno, gracias por este día, hoy vengo a ti abriendo mi corazón y con el deseo de que me ayudes, tú sabes cómo me siento, por qué tú todo lo puedes ver, estoy temeroso y con preocupación, me he encontrado corriendo y corriendo ansioso por terminar todo, preocupado tanto por el hoy como por el mañana, y no logro tener paz. ¡Ayúdame por favor!, te necesito para todo, necesito que hables a mi corazón para seguir tu instrucción, y escuchar claramente tu voz dirigirme a cada paso como la oveja al Pastor. Padre bueno, perdóname todos mis pecados, aún los que no recuerde y por favor ven a mi vida de una manera especial, deseo conocerte más, revélate a mí cuando lea tu Palabra, hoy te reconozco como mi Señor y Salvador y te pido que me dirijas cada día para que se cumpla tu voluntad en mi vida, así como tú la planeaste en el cielo para mí. En ti confío por qué sé que me amas y quieres lo mejor para mí. Gracias por escucharme siempre. Todo te lo pido en el nombre de Jesús, amén. Lectura:
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AutorCreo que no soy nada especial como para hacer grandes cosas; sin embargo, se que tengo el favor de Dios. Categorias
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